Ayer, día viernes, iba de regreso después de un trámite en el banco cuando me subo a una micro (bus), pienso leer pero la música está muy fuerte y se me olvidaron los audífonos. Al lado mío, un señor de 85 años empatiza: me cuenta que a pesar de usar un aparato auditivo de un lado y haber perdido el oído del otro, escucha muy fuerte la música. Nos ponemos a conversar y me cuenta que estudió música, fue librero y trabajó toda su vida en el Banco de Chile. No fue jefe, ni gerente, pero pasó por muchos cargos, en aquella época en la cual eran sobre 200 personas en el edificio del banco. Luego llegaron los computadores y quedaron unos 50. “Ahora deben ser menos de 10”, me dice.
Está leyendo la historia de Chile de Francisco Encina, me cuenta sobre el autor, lo tremendo que fue y los reconocimientos que tuvo por su trabajo. Me pregunta quién es el autor de mi libro…Ni idea, pero miramos la tapa y vemos que es de Harvard Business Review. Me pregunta dónde lo compré. Tampoco recuerdo el nombre de la librería, sólo sé que está en el mall. Mientras tanto, él me cuenta con la precisión de un reloj suizo todas las buenas direcciones para comprar libros en la ciudad. Google Maps andaría perdido, pienso.
Volvemos al tema del banco y me cuenta que él le abrió la cuenta corriente a Pablo Neruda. Sus firmas están en un documento en un museo… Sigue con mil historias y hasta con anécdotas de cómo a Pablo Neruda nunca le gustó la política (según Google, Pablo Neruda tuvo una trayectoria política importante, además de ser poeta y artista pero ya saben…escuchamos pero no juzgamos - no somos historiadores, ni yo ni él). Me cuenta de Matilde Urrutia, la última esposa de Neruda y de La Sebastiana, la casa de Neruda en Valparaíso, que hoy es un museo.
El volumen de la música bajó hace rato. Empiezo a preocuparme porque estoy casi llegando a mi paradero, 30 min después y este señor “ex-bancario - músico - guía de la ciudad y enciclopedia” tiene más historias que contar.
Me pregunta a qué me dedico…pausa :)
“Proyectos digitales”, digo.
“¿Ah, de esos que están en la pared?”
“Si”, respondo con cara de confusión y evidente apuro.
Luego le pido disculpas porque tengo que bajar (más encima voy corriendo a una reunión en Meet pero ni idea cómo explicarle y bueno, igual es irrelevante).
Bajo y camino rápido para conectarme. Pienso en los proyectos digitales y la pared y recién me ilumino; entendió “proyectores digitales”. Me río sola y le echo la culpa al aparato auditivo.
Sería simple decir que me quedo con la idea de las tantas historias que tenemos que contar y escuchar. O de la marca personal (el autor de su libro) versus la marca corporativa (mi libro). La realidad es que me quedo con la confirmación que somos más que seres monotemáticos así como muchas veces nos hacen creer los algoritmos que hemos diseñado y estamos alimentando con nuestra atención y exceso de dopamina. Si no sabes de lo que estoy hablando, anda a ser un personaje interdisciplinario en Instagram o LinkedIn, a ver si el algoritmo te da visibilidad. Lo vengo diciendo hace un tiempo: es alienante querer encajar en un tema cuando somos mucho más que eso.
Por lo demás, recordemos que las redes neuronales (método de la inteligencia artificial) son modelos computacionales inspirados en el funcionamiento del cerebro humano. No podemos diseñar y construir tecnología con infinitas posibilidades, como la IA, mientras dejamos que el cerebro se hunda en lo alienante del scroll y el consumo de contenido monotemático interrumpido por gatitos.
Finalmente, me quedo con la idea que necesitamos de más conversaciones con personas diversas para potenciar nuestra capacidad cognitiva y creatividad. Nadie nunca avanzó escuchando música mala a tope mientras hace scroll en un sinfín de aplicaciones.